Cuando la Iglesia canoniza nos pone un modelo cercano a nosotros. En el caso de los santos Juan XXIII y Juan Pablo II, la Iglesia nos propone el ejemplo de personas que algunos de nosotros hemos conocido directa o indirectamente, pero que las hemos sentido muy cercanas. Las entrevistas, las ceremonias, los testimonios o las […]
Por Karen Santillán. 06 mayo, 2014.Cuando la Iglesia canoniza nos pone un modelo cercano a nosotros. En el caso de los santos Juan XXIII y Juan Pablo II, la Iglesia nos propone el ejemplo de personas que algunos de nosotros hemos conocido directa o indirectamente, pero que las hemos sentido muy cercanas. Las entrevistas, las ceremonias, los testimonios o las enseñanzas las hemos sentido dirigidas a nosotros porque hemos vivido durante esos años de sus pontificados. En mi caso, cuando estudié en Roma, Juan XXIII era el Papa de ese momento. Y a Juan Pablo II lo he tenido muy cerca “por todo”, pero especialmente en la ceremonia el 2 de febrero de 1985 en Arequipa, con ocasión de la Beatificación de Sor Ana de los Ángeles y la Coronación de la Virgen de Chapi. En esa oportunidad actué de Maestro de Ceremonias.
Me preguntan sobre sus mensajes y enseñanzas más evidentes para el mundo actual. Pues, Juan XXIII introdujo la sencillez y la bondad a través de su forma de ser y de vivir. “Bajó al llano” para estar con la gente; inspiraba confianza y era una persona con mucho sentido del humor. Además, fue la persona escogida por Dios para anunciar e inaugurar el Concilio Vaticano II; se sentía que era el Espíritu Santo quien le movió a comenzar ese Concilio.
Por su parte, Juan Pablo II era un hombre que puso al servicio de Dios su fortaleza y santidad. Abrió la Iglesia a mucha gente a través de sus viajes. Se podría decir que muchos millones de personas supieron qué era el catolicismo a través de él. Era muy valiente y muy santo al mismo tiempo. Siempre escuchaba a quien le hablaba, y lo hacía con interés. Entendió que Dios le pedía estar al frente de la Iglesia hasta el final y –de hecho– los últimos meses y años fueron un martirio en vida. Hemos aprendido de él a gastarnos en el servicio de Dios hasta las últimas consecuencias. Se aprende mucho al ver a un “santo enfermo”.
En suma, los ejemplos de los santos nos hablan siempre de “heroicidad”. Todos los santos son iguales en ese sentido, pero diferentes en la forma de vivir esa heroicidad.
Infografía de San Juan Pablo II